jueves, 21 de mayo de 2020

Museos de andar por casa

Esta semana se ha celebrado un peculiar Día de los Museos con todos los madrileños cerrados. ¿Cómo es el público que visita su versión ‘online’?

Si me dan a elegir entre museos y bares, lo tengo claro: museos. Hay gente pa’to, pensarán algunos. Si tengo que escoger entre ir a la peluquería o visitar un museo, tampoco hay duda: lo segundo. Pero confieso que a la peluquería fui hace algo más de una semana y no piso un museo desde hace dos meses y medio. Hay gente pa’to, hubiera pensado si me cuentan eso de alguien a principios de febrero. Igual que si a principios de año me dicen que este Día Internacional de los Museos (DIM) voy a pasármelo recorriendo distintos centros madrileños: el de Ciencias Naturales, el CA2M, el Lázaro Galdiano, el Prado, la casa museo Lope de Vega, el Thyssen, el de Historia de Madrid, el de San Isidro, el del Traje… hubiera dicho: “Quizá otros, hay gente pa’to. Yo no. Con la de oportunidades que hay para visitarlos, ¿para qué voy a ir un día que están masificados?”
Pues ahí estaba yo, el pasado lunes, Día de los Museos, delante del ordenador desde las once de la mañana paseando por las webs y las redes eligiendo qué hacer, qué mirar y, sobre todo, observando quién andaba por allí. Igual que hubiera observado a los visitantes si hubiésemos estado en modo presencial en vez de virtual. Con la diferencia de que si, por ejemplo, alguien hace algún comentario que te llama la atención en el huertecillo jardín de la casa de Lope de Vega (mágico lugar del barrio de Las Letras demasiado desconocido) no tienes, a golpe de clic, acceso a su vida. Sin embargo, si ese mismo comentario lo hace en un foro virtual, no hay más que pinchar sobre su nombre para saber detalles de su vida: la última quedada con sus compañeros de la Erasmus o las vacaciones de 2016.
Una hora entre ventana y ventana, saltando de museo en museo. De las del ordenador, que todavía no me ha dado por el parkour, en mi fase 0,5 eso no está incluido. Para llegar al mediodía y que una de las actividades más publicitadas del día comenzara: el directo del Prado en Instagram en el que la pinacoteca madrileña se conectaría con 20 museos españoles, desde Gran Canaria a Pontevedra y desde Mérida a Mahón. Estaban programados 21, faltó el Nacional de Escultura de Valladolid, pero si durante las tres horas que duró la actividad hubo múltiples problemas técnicos, solucionados con más o menos éxito, que se viera la imagen del centro pucelano fue imposible. Y, claro, si hablamos de los museos de Madrid, es muy, pero que muy injusto quedarse en el Prado o en el Thyssen ―en el que pasé una hora de mi tarde escuchando una charla entre su gerente, Evelio Acevedo, la jefa de Área de Marketing y Desarrollo de Negocio, Carolina Fábregas, y Guillermo Solana, el director artístico, sobre el museo después del confinamiento―. Estos son los que en términos futbolísticos juegan la Champions. El Prado está perdiendo en torno a un millón de euros cada 15 días, el gerente del Thyssen habló de que cada semana de cierre supone 250.000 euros que no ingresan. Me imagino lo que pensarán en el Museo de Historia de Madrid o en el Lázaro Galdiano de esas cantidades (y otros tantos). Ambos atesoran colecciones más que notables y también participaron en el DIM con iniciativas online para darse a conocer, para difundir sus colecciones y para que el público los disfrute desde su casa ―sin llegar a las más de 65.900 reproducciones del vídeo del Prado (y subiendo)―. Los dos recurrieron al humor, el primero con un simpático vídeo mostrando, a través de sus piezas, que acoge a todos. El segundo con unos divertidos tarjetones para compartir, en los que, sobre obras de su colección elegidas a propósito, incluyen frases como “Ya va siendo hora de quitarse el chándal”, “quién nos iba a decir que acabaríamos tocando el piano desde el balcón”, “déjate de peluquerías. Tienes una melena que ya la querrían en el siglo XVIII” o “¿te tomas el primer café de vuelta conmigo?”
Pero entonces, ¿qué? ¿se obvia a los grandes para dar visibilidad a los pequeños? Eso tampoco haría justicia. Las tres horas de directo del Prado ―en el que las baterías, tanto de emisor como de esta receptora, se agotaron y repusieron rápidamente― sirvieron para aglutinar a mucho de ese público online. Esos que estos días los visitan con zapatillas de estar por casa a través de las pantallas. Me lancé a pinchar sobre los nombres y a preguntar ¿por qué estaban ahí? Conclusión: la mayoría estaban ahí, igual que podía habérmelas encontrado en otras actividades en cualquiera de las horas que todas estamos trasteando por las webs o redes de museos. Hablo en femenino porque la mayoría son mujeres con relación profesional o casi con el arte o con la historia: una técnica del Museo del Greco, una pintora, una estudiante del Bachillerato de humanidades, una estudiante de historia, una restauradora. Todas salvo un trabajador de un hospital. Será que el público online es muy similar al presencial y que lo que cuesta es llegar al que no pisa un museo ni aunque sea el lugar más seguro del mundo. Pocos se me ocurren en los que no haya que tocar nada (los expertos ya están trabajando en qué hacer con los recursos interactivos) y lo ideal sea que no hay nadie a tu alrededor para poder disfrutar plenamente.

jueves, 7 de mayo de 2020

BIOGRAFÍA II

 Diego Rodríguez de Silva y Velázquez

(Sevilla, bautizado el 6 de junio de 1599-Madrid, 6 de agosto de 1660), conocido como Diego Velázquez, fue un pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal.
Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderas.
Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid.




El coronavirus pone el arte patas arriba

La pandemia rompe planes expositivos, hace temblar el sector y espolea a los artistas.

El coronavirus está provocando un silencioso terremoto en el mundo del arte. La magnitud dependerá del tiempo que dure la crisis. Pero es seguro que el seísmo dejará graves daños en lo material –ya empiezan a notarse– al tiempo que condicionará y espoleará la creación contemporánea. De momento, el cierre de todos los museos del país y parte de los del resto del mundo trastoca todo el programa de exposiciones de la temporada, pone en cuarentena y bloquea el traslado de cientos o miles de obras, anticipa un encarecimiento de futuras muestras y pone en riesgo una cantidad ingente de empleos.
Seguros más altos. En el Prado, los mayores temores se refieren al rastro económico y las dificultades que a la larga puede crear el Covid-19. “Es más que probable que los seguros para los traslados y préstamos de obras de arte se encarecerán mediante la creación de cláusulas por eventualidad de epidemia” como ya ocurrió en el pasado a raíz de atentados y otros sucesos, explica el portavoz de la gran pinacoteca madrileña, Carlos Chaguaceda. En lo inmediato, sin embargo, los responsables del museo que dirige Miguel Falomir respiran relativamente tranquilos: “Hemos tenido suerte”, dicen. Aluden a que su próxima exposición, prevista para el 31 de marzo bajo el título Invitadas y dedicada al “papel de la mujer en el artes español de siglo XIX y principios del XX”, se sustenta en más de un 90% en cuadros del propio museo. Y aunque haya que aplazarla, se realizará antes o después. En el Prado confían además en que su gran muestra del otoño, Pasiones mitológicas , que por primera vez reunirá las seis poesías de Tiziano, podrá inaugurarse el 20 de octubre.
Obras en cuarentena. Estos días los chats de watsap de los directores de museos son un hervidero de ideas y preocupaciones compartidas. “Es un tiempo extraño, único, que invita a pensar en muchas cosas”, reflexiona Pepe Serra. El director del Museo Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) cree que inevitablemente la experiencia colectiva de “ver cómo un mundo hipertecnificado se colapsa por un pequeño virus” nos cambiará como personas y eso tendrá consecuencias en la propia dinámica de los museos y en cómo nos relacionamos con ellos. “Ojalá sirva para que la gente se dé cuenta de los recursos que tiene cerca, que empiece a ver los museos como una biblioteca a la que puede ir tantas veces quiera, coger algo, marcharse, volver…”. De momento, la pandemia ha enviado a cuarentena a millares de obras que se encuentran empaquetadas en museos de todo el mundo sin posibilidad de regresar a sus lugares de origen o de partir hacia alguna exposición. El propio MNAC tiene un buen número de obras bloqueadas en Japón, donde el pasado año se inauguró la exposición itineranteBarcelona. La ciudad de los milagros artísticos , y ahora mismo ve muy difícil que se puedan realizar las muestras previstas de Isidre Nonell (prevista para mayo) o la que debía reunir las pinturas murales que Annibale Carracci realizó para la Capilla Herrera de Roma, esta última en coproducción con el Prado, donde se conservan parte de las pinturas. “La complejidad logística nos complica mucho la vida, y lo que está sucediendo ahora mismo nos obliga a pensar a medio y largo plazo”, apunta Serra. “Esta semana tomaremos decisiones al respecto, pero prefiero asumir un año complicado y centrar todos los esfuerzos en el 2021. Tenemos unas colecciones estupendas y habrá que buscar fórmulas imaginativas”, señala, y concluye que más que las repercusiones económicas que sin duda afectarán al museo, le preocupa “el impacto que todo esto pueda tener en el tejido cultural que hay en torno a él, diseñadores, traductores, grafistas, en su mayoría autónomos, porque la cadena es muy injusta”.
Fuente: La Vanguardia