jueves, 7 de mayo de 2020

BIOGRAFÍA II

 Diego Rodríguez de Silva y Velázquez

(Sevilla, bautizado el 6 de junio de 1599-Madrid, 6 de agosto de 1660), conocido como Diego Velázquez, fue un pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal.
Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderas.
Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid.




El coronavirus pone el arte patas arriba

La pandemia rompe planes expositivos, hace temblar el sector y espolea a los artistas.

El coronavirus está provocando un silencioso terremoto en el mundo del arte. La magnitud dependerá del tiempo que dure la crisis. Pero es seguro que el seísmo dejará graves daños en lo material –ya empiezan a notarse– al tiempo que condicionará y espoleará la creación contemporánea. De momento, el cierre de todos los museos del país y parte de los del resto del mundo trastoca todo el programa de exposiciones de la temporada, pone en cuarentena y bloquea el traslado de cientos o miles de obras, anticipa un encarecimiento de futuras muestras y pone en riesgo una cantidad ingente de empleos.
Seguros más altos. En el Prado, los mayores temores se refieren al rastro económico y las dificultades que a la larga puede crear el Covid-19. “Es más que probable que los seguros para los traslados y préstamos de obras de arte se encarecerán mediante la creación de cláusulas por eventualidad de epidemia” como ya ocurrió en el pasado a raíz de atentados y otros sucesos, explica el portavoz de la gran pinacoteca madrileña, Carlos Chaguaceda. En lo inmediato, sin embargo, los responsables del museo que dirige Miguel Falomir respiran relativamente tranquilos: “Hemos tenido suerte”, dicen. Aluden a que su próxima exposición, prevista para el 31 de marzo bajo el título Invitadas y dedicada al “papel de la mujer en el artes español de siglo XIX y principios del XX”, se sustenta en más de un 90% en cuadros del propio museo. Y aunque haya que aplazarla, se realizará antes o después. En el Prado confían además en que su gran muestra del otoño, Pasiones mitológicas , que por primera vez reunirá las seis poesías de Tiziano, podrá inaugurarse el 20 de octubre.
Obras en cuarentena. Estos días los chats de watsap de los directores de museos son un hervidero de ideas y preocupaciones compartidas. “Es un tiempo extraño, único, que invita a pensar en muchas cosas”, reflexiona Pepe Serra. El director del Museo Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) cree que inevitablemente la experiencia colectiva de “ver cómo un mundo hipertecnificado se colapsa por un pequeño virus” nos cambiará como personas y eso tendrá consecuencias en la propia dinámica de los museos y en cómo nos relacionamos con ellos. “Ojalá sirva para que la gente se dé cuenta de los recursos que tiene cerca, que empiece a ver los museos como una biblioteca a la que puede ir tantas veces quiera, coger algo, marcharse, volver…”. De momento, la pandemia ha enviado a cuarentena a millares de obras que se encuentran empaquetadas en museos de todo el mundo sin posibilidad de regresar a sus lugares de origen o de partir hacia alguna exposición. El propio MNAC tiene un buen número de obras bloqueadas en Japón, donde el pasado año se inauguró la exposición itineranteBarcelona. La ciudad de los milagros artísticos , y ahora mismo ve muy difícil que se puedan realizar las muestras previstas de Isidre Nonell (prevista para mayo) o la que debía reunir las pinturas murales que Annibale Carracci realizó para la Capilla Herrera de Roma, esta última en coproducción con el Prado, donde se conservan parte de las pinturas. “La complejidad logística nos complica mucho la vida, y lo que está sucediendo ahora mismo nos obliga a pensar a medio y largo plazo”, apunta Serra. “Esta semana tomaremos decisiones al respecto, pero prefiero asumir un año complicado y centrar todos los esfuerzos en el 2021. Tenemos unas colecciones estupendas y habrá que buscar fórmulas imaginativas”, señala, y concluye que más que las repercusiones económicas que sin duda afectarán al museo, le preocupa “el impacto que todo esto pueda tener en el tejido cultural que hay en torno a él, diseñadores, traductores, grafistas, en su mayoría autónomos, porque la cadena es muy injusta”.
Fuente: La Vanguardia